Una mañana te levantas en otras coordenadas diferentes a las cotidianas, te dispones a salir a la calle y empaparte de cada rincón que ese lugar te ofrezca, todo es diferente a lo que estás acostumbrado, el ritmo, la arquitectura, el clima, las gentes… a cada paso descubres algo nuevo, estás alerta para que a tus retinas y olfato no se les escape ni el más mínimo ápice de lo que te vas encontrando, nuevas sensaciones… lugares que hacen remover algo dentro de uno mismo, y pienso…
Somos animales de costumbres (como se suele decir), y aunque nos gusta conocer lo diferente de la vida, disfrutarlo, saborearlo… no podemos simplificar de esa manera; hemos de aprender, enjuiciar, valorar o criticar y después, actuar.
Cierto es que nos cuesta cambiar, es más cómodo y sencillo dejarse llevar por las costumbres, esos hábitos que nos hacen la vida más llevadera, pero hemos de ser conscientes de que son necesarios, porque los pequeños cambios son los que provocan grandes resultados…
Abre bien los ojos, mírate a tí mismo y mira a tu alrededor; descubrirás lo capaz que puedes llegar a ser de cambiar el mundo, si, éste en el que nos movemos, con achaques cada vez más fuertes e irreversibles, no esperemos a que lo hagan los demás…
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